Apertura: Da inicio a la conversación. Indicación del deseo de entablar el diálogo mediante una invocación al destinatario. También consiste en un saludo o llamada de atención con los que se da inicio a la conversación.
Generar confianza: Si escaseara la voluntad de dialogar conviene, antes de empezar, crear confianza en los actores, aclarando malentendidos y prejuicios, identificando aspectos en común y despertando la conciencia de que los problemas son de todos y que solo juntos se podrán resolver.
Incluir: Ningún actor primario en el conflicto debe quedar excluido del diálogo. No hay que olvidar, además, la perspectiva intercultural. Quizá se necesiten intérpretes; tal vez haya que adaptar los procedimientos al contexto cultural o buscar equivalencias en los conceptos.
Contar con un facilitador: Es conveniente recurrir a un facilitador o mediador que convoque a las partes, explique el funcionamiento de un proceso de diálogo, que no es un juicio ni una asamblea comunal; que establezca reglas de respeto mutuo y de uso de la palabra, estimule la búsqueda de soluciones y que cuide que las actas sean bien elaboradas porque en ellas debe quedar resumida la voluntad de las partes.
¡Mucho ojo! Cada participante debe leer bien los acuerdos antes de firmar el acta. No pueden dejar de tener plazos y responsables de su cumplimiento. Un acuerdo que no se cumple es un conflicto que retorna.
Evaluar: Al final del proceso de diálogo es muy necesario hacer una evaluación para identificar errores y aciertos que nos ayuden a legitimar este mecanismo y a educarnos mejor en el diálogo.
Cierre: Es la despedida, pone fin al diálogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario